Os traslado una reflexión que me envía mi colega José Palacios Aguilar, sobre la tragedia que ha sucedido hace unos días cuando unos policías perdieron la vida intentando un rescate marítimo. Pepe trata este tema con conocimiento de causa, es entre otras muchas cosas, Doctor en Educación Física, profesor en la Universidad de la Coruña, coordinador del "Grupo de Investigación en Actividades Acuáticas y Socorrismo" y Vicepresidente 1º de ADEAC-FEE (Asociación de Educación Ambiental y del Consumidor - Fundación de Educación Ambiental), responsable en España de la Campaña Bandera Azul.
La siguiente reflexión aparece en su blog "Vigías". Y dice así.
Desde el día de la tragedia
de la playa del Orzán (27 de enero de 2012), en la que los policías Rodrigo
Maseda, José Antonio Villamor y Javier López murieron intentando el rescate de
un estudiante (también desaparecido) que al parecer se encontraba en la playa
celebrando el final de una larga noche de juerga, han sido muchas las personas
que me han preguntado por qué todavía no habíamos escrito algo sobre este tema.
En este caso he preferido
esperar el paso de unos días para tratar este asunto de forma más tranquila y
con el claro objetivo de que mi opinión pueda ser útil.
Puedo asegurar que los primeros
días después de las muertes injustas e
innecesarias de tres buenos policías no me sentía capaz de escribir por la
rabia y la indignación que me desbordaban.
Ahora repaso los contenidos
de nuestro blog (http://blogs.lavozdegalicia.es/socorrismo) y compruebo que
algo parecido ya habíamos tratado en un artículo que escribimos juntos Martín
del Gaiso y yo, titulado “Los héroes en Socorrismo Acuático” y publicado el 7
de julio de 2011.
Lo que decíamos en aquella
ocasión me vale también ahora, ya que no estoy buscando debate, ni opiniones a
favor o en contra, ni culpables o inocentes. Mi intención es honesta, no quiero
ofender a nadie, mi opinión no va dirigida a nadie en particular y sí puede ser
entendida por todos en general. Pero lo que tengo más claro es que no quiero
que se vuelvan a repetir muertes tan injustas e innecesarias como las que hemos
tenido en la playa del Orzán.
Está
claro que es muy difícil tratar un tema en el que ha habido muertos, pero hay
que hacerlo si queremos evitarlo en ocasiones futuras, tal y como se hace con
los accidentes de tráfico en los que, precisamente, España es un modelo a
seguir al haber conseguido una disminución enorme y constante en los últimos
años (de 5.478 muertos en 2003 a 1.730 en 2010 y en torno a 1.400 en datos provisionales
de 2.011).
Lo
primero que quiero hacer es recordar que en casi todas mis publicaciones (ya
desde 1991) siempre he incluido como una de las causas más frecuentes de
ahogamiento la siguiente: “Heroísmo equivocado ante la visión de personas en peligro,
a las que se intenta rescatar sin los conocimientos ni los medios adecuados”. Para que
nadie se sienta ofendido aclararé que considero héroes a los 3 policías que han
muerto, pero como experto tengo que decir que se equivocaron en su actuación. Y
lo único que necesitaban para no haberse equivocado es muy sencillo: formación
y recursos adecuados.
En esa formación es
evidente que en lo primero que habría que incidir es en el orden de prioridades
lógico e imprescindible ante cualquier accidente o situación de emergencia:
1º. Conservar la vida y la seguridad del
propio rescatador (sin él no es posible que la víctima tenga posibilidades).
Nada mejor que conocer las propias capacidades y limitaciones, así como el
entorno en el que se interviene para asegurar este primer punto.
2º.
Conservar la vida y la seguridad de los componentes del equipo de rescate (los
compañeros siempre permiten incrementar las posibilidades de éxito ante cualquier
intervención y sería imprudente cuando ya hay una víctima o persona en peligro
poner a nuestros propios compañeros en esta situación). Nada mejor que haber
practicado o entrenado en equipo cualquier tipo de intervención.
3º.
Intentar rescatar lo mejor posible a la víctima del accidente, siempre y cuando
se cumplan los dos puntos anteriores. Y la afirmación “lo mejor posible”
significa tener y utilizar los recursos adecuados, a veces un sencillo sistema
de tirantes y cuerda, o un buen par de aletas, o un Marpa o tubo de rescate, y
en otras ocasiones más complicadas materiales más sofisticados como
embarcaciones, motos acuáticas o helicópteros. Es fácil entender que un policía
en su labor diaria no lleva encima ninguno de estos materiales, pero sí es
factible que en el coche patrulla se disponga de algo tan sencillo y barato como
un sistema de tirantes y cuerda.
Cuando
muere una buena persona, sea un policía o un socorrista, en un rescate o a
causa de él, a todos los que sentimos el socorrismo profesional nos invade la
tristeza, pero siempre pensamos que se podría haber evitado, que es posible que
no se tomaran todas las medidas preventivas necesarias, que nada habría
sucedido si el compañero hubiera tenido más ayuda o más recursos materiales.
Pensamos que seguramente las cosas hubieran sido diferentes si el policía o el socorrista
hubiera tenido más descanso, o hubiera estado mejor preparado porque en su
puesto de trabajo le han apoyado en su preparación, facilitándole tiempo y
medios para hacerlo.
Sí,
estamos convencidos de que con formación, preparación, descanso adecuado y con
suficientes recursos materiales para el rescate es muy difícil (casi imposible)
que suceda algo negativo a policías o a socorristas acuáticos. Y las pruebas
que lo confirman son evidentes, ya que son innumerables las intervenciones que
se realizan en muy diferentes espacios acuáticos todos los años sin ninguna
complicación y sin desgracias personales.
Es
difícil conocer y aceptar las limitaciones de cada uno en una situación en la
que se ve en peligro a una persona, ya seas policía, bombero o socorrista, es
algo que todos entendemos. Pero es imprescindible hacerlo cuando se está
trabajando en emergencias y, sobre todo, cuando el espacio acuático se complica
por olas, corrientes, temperatura del agua y otros posibles factores adversos.
Es
muy difícil llegar a aceptar que no estás en condiciones para salvar la vida de
alguien en peligro, pero más difícil y triste es ver que un compañero ha muerto
al realizar o al intentar un rescate.
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