domingo, 21 de junio de 2009

LAS VACACIONES DE LOS MAESTROS



Estamos acabando el curso, y como suele suceder por esta época, la gente se acuerda de las vacaciones del maestro, y digo del maestro porque es al maestro de escuela al que se suelen referir, no tanto al profesorado de Secundaria o de Universidad.

Efectivamente, se acuerdan de nuestras privilegiadas vacaciones, y se acuerdan principalmente porque las familias tienen que aguantar a sus hijos durante tres meses, pero también por la envidia de disponer de un periodo tan largo de descanso que ellos no pueden disfrutar. Los alumnos de Secundaria y de Universidad, suelen disponer de más tiempo de vacaciones, pero no son tan problemáticos, son más independientes y no causan tanto trastorno familiar.

Y cuando la ignorancia se pone a hablar se suelen decir muchas tonterías, lo peor de todo es que se toma como verdad y se asienta en la sociedad. El otro día, sin ir más lejos, puede escuchar en tono irónico a Andréu Buenafuente en su programa de la Sexta diciendo algo así como que los maestros tenemos tres meses de vacaciones para dejar de quejarnos de los problemas que tenemos con los alumnos...
Este Señor gana mucho dinero por hacer el payaso y seguro que dispondrá de un periodo vacacional mucho más amplio que el de un maestro, y sino veamos cuantos programas emite en directo este verano, además de no saber cual es nuestro periodo vacacional trata de hacer una gracia con su ignorancia.

Si nuestro trabajo fuese tan cómodo como el suyo a lo mejor no necesitábamos tanto descanso. Si ganásemos tanto dinero como él es posible que pudiéramos dedicar los dos meses a viajar por todo el mundo, a dormir en los mejores hoteles y a comer los mejores manjares. También es posible que tuviésemos dinero para invertir en alguna empresa de comunicación que nos reportaría pingües beneficios al finalizar el año...

Pero dentro de su ignorancia en algo tiene razón, tenemos dos meses para desconectar de la vida escolar, porque de lo contrario terminaríamos todos "chochos". Cuando se trabaja con alumnos, y qué alumnos tenemos en hoy en día, el desgaste emocional y psíquico es bastante alto y para ello se requiere tiempo, porque de lo contrario empezaríamos el nuevo curso acudiendo al psicólogo o al psiquiatra...

Si la familia no puede controlar a 1 ó 2 hijos, que es donde está la media de las familias españolas, que se puede decir de alguien que trabaja con 25, cada uno de su "papa y de su mama"...
Es posible que no seamos el único colectivo profesional que necesite este largo periodo vacacional, no lo discuto, seguro que hay muchos otros que también lo precisan... Pero el problema no sólo radica en el tiempo que necesita el maestro para recobrar nuevos impulsos, sino el que necesita el material humano con el que trabajamos, nuestros alumnos. Ellos también necesitan unas merecidas vacaciones, ellos también necesitan desconectar. Sus mentes en formación precisan madurar lo aprendido, poner en práctica sus enseñanzas, disfrutar de sus familias sin tener que pensar en los deberes...

Por otro lado está el tiempo que necesita la administración para organizar el próximo curso, concursos de traslados provisionales, comisiones de servicio, puestos de carácter singular, oposiciones... Por cierto los tribunales está compuestos por maestros, éstos maestros este año no dispondrán de dos meses de vacaciones, porque en el mes de julio estamos a disposición de la administración, los equipos directivos igualmente suelen estar en los colegios en julio, para atender obras y reformas, por ejemplo.

Este año en Andalucía, empezaremos el curso con los niños antes, el día 10, en vez del 15 de septiembre, se aumentan los días lectivos en tres. Con ello se pretende mejorar la calidad de la educación y de los resultados escolares, así como conciliar la vida familiar y escolar. Pues lo llevan crudo. Porque lógicamente no se va a logran ninguno de los dos propósitos.

Tres días más; con las altas temperaturas andaluzas; sin libros de texto; sin tiempo para organizar el curso; con los albañiles, fontaneros, electricistas o pintores en los centros; sin disponer de toda la plantilla... lo único que se mejorará es que la guardería escolar se abre tres días antes, las familias descansarán tres días de sus hijos, porque mejora de calidad de la educación nada de nada. Y de conciliar la vida familiar y escolar menos. Si de verdad se quiere conciliar esta vida los colegios deberían estar abiertos todo el verano, y los niños deberían estar atendidos por monitores, pero eso cuesta mucho dinero, los libros de texto no, en Andalucía se dan gratis a todas las familias.

No sé como se va a conciliar la vida familiar y escolar cuando muchas familias toman sus vacaciones en septiembre, no sé como un profesor puede organizar su evaluación inicial cuando les falten 4 ó 5 alumnos. No sé que dirán las empresas de turismo cuando comprueben que a la crisis que sufrimos tendrán que añadir una reducción del turismo en septiembre, porque algunas familias el día 8 ó 9 de septiembre darán por finalizadas sus vacaciones.

Como podemos ver el inicio y finalización de las clases no es sólo un problema de vacaciones de los maestros, es un problema más global, y hay que darle soluciones globales.

Ya nos gustaría a los maestros poder disfrutar de nuestras vacaciones en otros periodos del año cuando los precios de los hoteles estén más bajos, ya nos gustaría ganar más dinero para rentabilizar esos dos meses de vacaciones. Muchos maestros se quedan en casa porque sólo pueden disfrutar de una o dos semanas en un apartamento o en hotel, otros, bien es cierto, no nos podemos quejar...

En todos los colectivos profesionales hay ciertos privilegios, el nuestro está ligado a las vacaciones, pero seguro que en el sueldo no. Cuando estudiamos en magisterio sabíamos los pros y los contras y a ello nos sometemos, pero si tuviésemos un mes de vacaciones seguro que las aulas de la universidad se quedarían semidesiertas, porque en eso caso habría que sopesar si merece la pena tener un trabajo con como el nuestro con tantos inconvenientes: traslados de aquí para allá (¿qué maestro interino o recién llegado puede conciliar su vida profesional con las de sus familias?), expuestos todos los días en las carreteras, aguantando niños mal criados o que precisan una atención que no se les presta en sus familias, aguantando a las familias de los niños mal criados, padeciendo en muchos casos las carencias en recursos e instalaciones de los centros, rompiéndonos la voz y el alma en nuestras clases, aguantando el desprestigio social al que nos vemos sometidos, en Educación Física, ya no te cuento, pasando frío en invierno y "asándonos" en verano...

En estas condiciones y con un mes de vacaciones habría que pensar en otro trabajo... Éste se lo dejaría para los que se quejan de nuestras vacaciones. ¿Señor Buenafuente me cambia su trabajo?

Juan Carlos Muñoz Díaz

viernes, 5 de junio de 2009

SEÑORES PADRES CON HIJOS EN LA E.S.O.



Lo que más sorprende a los especialistas extranjeros que visitan nuestros institutos es el mal comportamiento de los alumnos en el aula, la confianza de amigachos que preside su relación con los profesores (siempre con el tú por delante), lo escandalosos que son y el descuido con el que tratan el material que se pone a su disposición. Si los visitantes son coreanos o japoneses, la impresión les puede provocar un shock.

No es fácil conseguir mejoras significativas en los resultados escolares. Pero, desde luego, si no se aborda con seriedad y decisión el cambio del comportamiento de los alumnos, poco se puede conseguir. Para que el alumno pueda rendir en clase es preciso que, en primer lugar, atienda y, en segundo lugar, que lo dejen atender. Es el requisito previo, como lo es comprar un décimo para que te toque la lotería. Muchas de las correcciones que se ponen en marcha para atajar este mal son poco compartidas por los padres de las criaturas, que optan más por la impunidad de sus hijos que por su educación. Parece como si la mala conciencia del poco caso que les hacen la pudieran salvar poniéndose incondicionalmente de su lado a la mínima dificultad con la que tropiezan en el instituto.

Se ha llegado a una situación en la que no producen alarma y se dejan pasar comportamientos intolerables. Los que narro a continuación los he visto yo visitando aulas, exhibidos por mozalbetes de trece, catorce o quince años, mayoritariamente varones, y sabiendo ellos que yo era el inspector. Están los que no reprimen las exigencias de su cuerpo por pequeñas que éstas sean. Así, uno bosteza de la forma más larga y ostensible que se pueda imaginar, desperezando todo el cuerpo. Otro se rasca y hurga, a modo, en axilas, ingle, nariz y oído. El de más allá está prácticamente tumbado en su silla, en una postura en la que alcanzar el tablero de la mesa para leer o escribir es francamente imposible. Hasta a alguna parejita he debido mirarla con reprobación para impedir no sólo que hicieran manitas, sino hasta que fuera algo más lejos. Repito: todo esto mientras el pobre profesor (o profesora, porque como corresponde a la condición humana, suelen ser más groseros y aprovecharse más de quien juzgan que es más débil) intenta explicar su lección o corregir un ejercicio.

¿Y los padres? ¿Qué ocurre cuando se sanciona a sus hijos y se les comunica el castigo? Pues en muchos casos se ponen de su lado, exigen datos y pruebas como si la vida escolar y sus procedimientos disciplinarios fuesen un juicio por la vía penal. Les hacen ver a sus vástagos que su centro de educación y enseñanza actúa arbitrariamente, que persigue sin motivo a sus alumnos, que emprende procedimientos sancionadores contra ellos sin argumentos ni hechos: un día, sin que haya ocurrido nada, los profesores y el equipo directivo acuerdan porque sí sancionar a unos pobres inocentes, e inician procedimientos muy costosos, que requieren mucho trabajo extra y que les van a traer a los que los emprenden un sin fin de preocupaciones. Señores padres: no es sensato creer antes a los propios menores implicados que a adultos expertos en problemas de disciplina como son los profesores. Los docentes son imparciales (por supuesto, más que los mismos menores o que ustedes), conocen bien a los chicos porque a lo largo de su vida profesional han tratado a miles de ellos, y saben calibrar la trascendencia de las acciones de los que ocupan las aulas porque, además de que se les prepara para ello, tienen la experiencia de haber pasado ya por cientos de casos anteriores.

Señores padres: no deben enseñar a sus hijos de qué manera pueden salir indemnes o cómo se pueden librar de las consecuencias de conductas inadecuadas, sino a que asuman sus responsabilidades, a que corrijan lo que hayan hecho mal, a que acepten los castigos que se les impongan, a que tengan confianza en los profesores y en los centros en los que están escolarizados. Porque, señores padres, no hay mayor despropósito que ayudar a sus hijos a que queden por encima de su profesor y de su instituto.


Señores padres: a sus hijos no les quedan tantos años para enfrentarse a la vida. Enséñenles también a tolerar la pequeña injusticia, el posible error. Porque en el mundo adulto van a encontrar muchas más arbitrariedades de las que puedan sufrir en la escuela. Déjenles bien claro que a sus profesores no les pagan para aguantarlos y reírles las gracias, sino para educarlos. Sus profesores son, para ellos, el anticipo de lo que luego, en el ámbito laboral, van a ser los jefes. Y, como decía Bill Gates, si cree que su profesor es duro con él, que espere a tener un jefe. Éste no va a tener ni la paciencia ni la vocación de su docente.

Señores padres: un viejo consejo decía: "Si vas a sufrir una operación peligrosa, deja todos tus papeles y todos tus asuntos en regla. Es posible que sobrevivas". Aplíquense el espíritu del anterior dicho. Queremos su colaboración y su ayuda para conseguir la mejor educación de sus hijos. Pero no para hacerle la vida más fácil a los docentes. Al fin y a la postre, lo más que convive un profesor con ellos es, durante algún año, dos o tres horas a la semana. Lo queremos porque en última instancia son ustedes los que van a tener que soportarlos durante toda su vida.

Autor: D. Jaime Martínez Montero.
Inspector de Educación.
(Publicado en Diario de Jerez el domingo 29 de marzo de 2.009)

martes, 2 de junio de 2009

LA COMPETENCIA MATEMÁTICA EN EDUCACIÓN FÍSICA




Concluyo el análisis de cada una de las competencias básicas que aparecen el Real Decreto 1513/2006, de 7 de diciembre, por el que se establecen las enseñanzas mínimas para Educación primaria, abordando la contribución del área de Educación física al desarrollo de la competencia matemática.

Si realizamos una lectura del Real Decreto comprobaremos que no establece ninguna contribución del área a esta competencia. ¿Eso quiere decir que no la hay?, o bien ¿No se les ocurrió nada al respecto a las cabezas pensantes que redactaron esta norma legal? Viendo como se está desarrollando la LOE, en donde prima la improvisación, la desorientación y el desconcierto, cabe pensar que no se les ocurrió nada, con tanta prisa…

También suele suceder que los “expertos” que diseñan nuestros currículos, sentados desde sus despachos y alejados de la realidad escolar, realizan “educación-ficción”, en donde todo parte de la fundamentación teórica sin un contraste previo con la práctica experimental. Se toman a los niños como cobayas y se experimenta sobre la marcha, aprendizaje por ensayo y error. ¿Y el profesorado? ¿Está preparado para abordar los cambios metodológicos que implica el desarrollo de las competencias? que vaya también aprendiendo sobre la marcha…

Desde la experiencia y la práctica docente, a mí si que se me ocurren muchas formas de contribuir al desarrollo de la competencia matemática en nuestra área, basta con tener claros cuales son sus contenidos y cuales son los procesos cognitivos que se producen cuando realizamos cualquier tipo de movimiento.

Cuando realizamos cualquier actividad física se realizan innumerables cálculos mentales: se aprecian distancias, trayectorias, dimensiones, volúmenes…; se estiman velocidades o intervalos de tiempo o se calculan duraciones; en definitiva se realizan reajustes corporales en función de las variables espacio-temporales. Efectivamente, el espacio y el tiempo son conceptos cuantificables, por tanto conceptos matemáticos.

El proceso de lateralización y su proyección en el espacio es otro aspecto a tener en cuenta. Dentro de la competencia matemática se incluye la orientación en el espacio, la descripción de itinerarios o la interpretación de planos y mapas. Lo mismo ocurre con la temporalidad y su relación con la expresión corporal a través del trabajo del ritmo.
De nuevo la percepción, la organización y la estructuración del espacio y el tiempo se nos presentan como un medio idóneo para el desarrollo de esta competencia.

Por otro lado se presentan situaciones problemáticas de carácter motriz, a través de los juegos y las actividades deportivas en donde los alumnos deben tomar decisiones para darle respuesta. Es decir, se resuelven problemas. ¿La resolución de problemas no es otro elemento que entra dentro de la competencia matemática?

La matemática trabaja procesos cognitivos como la lógica o la abstracción, acaso la construcción del esquema corporal y la representación mental del propio cuerpo y de los demás no supone la utilización de dichos procesos…

Cuando trabajamos las cualidades físicas básicas y controlamos su mejora es preciso utilizar técnicas matemáticas para medir y cuantificar su progreso. Se miden espacios (saltos o lanzamientos), se toman tiempos (carreras), se utilizan cronómetros o cintas métricas, se emplean números, se realizan operaciones y se manejan magnitudes. Por tanto se lleva a una situación real o se aplican los conocimientos adquiridos en el aula, vamos, en la clase de matemáticas.

Efectivamente nuestra área es un medio ideal para la aplicación práctica en un escenario real de conocimientos aprendidos o adquiridos en otras áreas. De ahí que desde un primer momento consideré que la Educación física puede contribuir al desarrollo de todas las competencias básicas.

A continuación a modo de ejemplo estableceré algunas subdimensiones de la competencia matemática que, a mi juicio, se pueden trabajar desde nuestra área, seguro que vosotros podéis encontrar otras:
  • Manejar los elementos matemáticos básicos (distintos tipos de números, medidas, símbolos, elementos geométricos, etc.) en situaciones reales o simuladas de la vida cotidiana.
  • Aplicar los elementos básicos matemáticos.
  • Comprender los métodos para medir con unidades estándar y familiarizarse con las unidades tradicionales y las del sistema métrico.
  • Comprender que la medida es una aproximación y que la unidad usada afecta la precisión.
  • Interpretar algunos de los usos de los números naturales, fraccionarios o decimales en contextos próximos.
  • Distinguir líneas, superficies y volúmenes.
  • Conocer las nociones y el vocabulario básico de la geometría.
  • Reconocer magnitudes mensurables: longitud, masa, amplitud de ángulos, tiempo, superficie, capacidad.
  • Integrar los conocimientos matemáticos con los de otras materias para comprender y resolver situaciones
  • Interpretar maquetas y planos de espacios próximos.
  • Orientarse en el espacio próximo y describir itinerarios sencillos.

Publicado en la revista digital Educación y Deporte nº 14 junio de 2009.