sábado, 14 de abril de 2012

OJOS QUE NO VEN, CORAZÓN QUE NO SIENTE...

En el número 15 de la revista EmásF Víctor Borja González ha publicado un artículo sobre el acoso escolar entre niños/as en las clases de Educación Física. Al leerlo se me han ido ocurriendo algunas ideas al respecto en relación a la intervención docente del profesor o profesora.

El acoso escolar se produce cuando un niño/a agrede intencional y repetidamente de forma física, verbal o relacional a otro niño/a. Generalmente estas agresiones se realizan de manera oculta con el fin de que los adultos no la perciban.

Acoso escolar ha existido, existe y existirá. Dicho ésto, ¿cual es nuestro papel como docentes para tratar de hacer frente a estas agresiones cuando se produzcan? ¿Mirar hacia otro lado? Ojos que no ven corazón no que no siente... O bien, tratar de dar solución a esta problemática.

¡Claro que es complicado!... Con frecuencia el acoso es tan sutil que es muy difícil detectarlo. Por otra parte, el niño/a que lo sufre suele tener miedo y no lo denuncia.

La intervención docente debe dirigirse a varios ámbitos:


Se ha de llevar a cabo una observación sistemática de los procesos sociales y relacionales que se derivan de las situaciones de aprendizaje que se proponen a los alumnos durante el desarrollo de nuestras sesiones. Los ojos deben ver a todos y a cada uno de nuestros alumnos. Generalmente, solemos mirar, es decir, concentramos nuestra visión sólo en algunos alumnos, mientras que otros pasan más desapercibidos. Otras veces centramos nuestra observación en  aspectos motrices en detrimento de los aspectos conductuales. 

Se han de planificar objetivos que afecten a todos los ámbitos de la conducta. El alumno debe ser consciente de que se le observa y se le valora determinados comportamientos. Por tanto, es preciso prever contenidos que se dirijan a los valores, actitudes y normas, y por ende se han de planificar criterios de evaluación adaptados a esos objetivos y contenidos.

Si además tratamos de crear un clima de confianza y respeto, es posible que estemos poniendo las bases para evitar estas conductas agresivas. Porque si los alumnos se respetan difícilmente se podrá producir acoso, y si los alumnos tienen confianza en su profesor/a, los niños que reciben estas repetidas agresiones podrán denunciarlas. Es muy importante que los alumnos participen en la elaboración de sus propios códigos de conducta en clase porque ello facilitará el seguimiento y respeto del mismo. Si las normas proceden únicamente del profesor y no son consensuadas posiblemente sean menos respetadas.

Una vez detectada o denunciada una situación de acoso hay que proceder a darle una solución inmediata. Teniendo en cuenta que el agresor no deja de ser otro menor, ya sea un niño de primaria o un adolescente de secundaria. Por tanto, hay que actuar con precaución. Es conveniente buscar el asesoramiento de los equipos de orientación educativa en el caso de Primaria y de los Orientadores en Secundaria. Ellos deben dar las pautas a seguir. No obstante estimo conveniente el advertir al resto de profesores que componen el equipo docente que interviene con el alumno/a acosado con el fin de contrastar esta situación, de comprobar si esas conductas se repiten en otros momentos o lugares de aprendizaje y si es así, tratar de evitarlas.

Posteriormente, cuando se ha corroborado la conducta de acoso es necesario actuar con las familias, tanto de los niños agresores como de los agredidos. En primera instancia debería hacerse por separado, es posible que la familia del niño /a agresor/a ponga la "coraza" sobre su hijo/a y trate de protegerlo a toda consta con lo cual tratará de negar la evidencia. En muchas ocasiones, es posible  que las familias de los niños agresores ni se presenten a estas reuniones de tutoría. Y también es posible que no sólo acudan, sino asuman el problema y colaboren para darle una solución. Por ello conviene no realizar juicios de antemano.

En el caso de que haya buena voluntad de ambas partes, seguro que la solución será rápida. Si no es así, la cosa se complica. Pero no por ello debemos esconder la cabeza, debemos seguir adelante en la búsqueda de soluciones, tanto a nivel individual con el niño/a agresor/a y con el niño/a agredido/a, como a nivel colectivo, es importante que el resto de niños sean conscientes de los sentimientos que padecen los agredidos y de la necesidad de evitar estas situaciones y si es preciso denunciarlas. 

Acosador/a y acosado suelen ser menores, y ambos merecen protección, hasta el momento todas las intervenciones que se han ofrecido están dentro del ámbito educativo y formativo, pero cuando todas ellas se han agotado y la situación se mantiene, no cabe otra que denunciar ante las fuerzas de seguridad del Estado. Porque por encima de todo hay que velar por el INOCENTE.

Desgraciadamente, con frecuencia, solemos ver como el que infringe las normas o el que agrede a los demás suele recibir más atenciones que el trata de respetarlas o es una víctima.

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