La Educación Física tradicional ha tenido muy en cuenta dentro de la estructura de sus sesiones el componente fisiológico o de desarrollo de la condición física del alumnado. Este componente anatómico se unía al funcional y agonístico en muchos casos, sólo cabe recordar las características de las escuelas del siglo XIX y XX.
Posteriormente, nuestra área fue desprendiéndose de estas finalidades y fue revistiéndose de otras más ligadas a la recreación y la educación. Y, siguiendo la ley del péndulo, pasamos de un extremo a otro, ahora el componente fisiológico no es tan importante.
Mi postura, en estos casos, suele ser ecléctica, no me decanto por ninguna en particular de forma exclusiva, sino que trato de aunar lo positivo de ambas, que sin duda, lo poseen.
Siempre he abogado por una EF recreativa, es muy importante que el niño se lo pase bien, porque es fundamental que exista interés y motivación para que se produzca aprendizaje. Es cierto que la EF posee una motivación intrínseca, pero no es menos cierto que, en ocasiones, los docentes del área seamos capaces de hacer de ella algo odioso y repelente para nuestros alumnos. Así lo manifiestan muchos sujetos cuando les preguntas sobre sus experiencias en el área cuando eran niños o adolescentes. Y es que claro, la experiencia escolar que cada uno haya tenido influye positiva o negativamente en la valoración que se tiene sobre esta disciplina.
Perdonad que sea tan insistente y que vuelva a comentar, una vez más, este tema, pero es que no puedo concebir que podamos hacer de un área tan maravillosa algo a repudiar. Y la culpa es nuestra, no echemos balones fuera...